En esta ocasión me gustaría hablar un poco de uno de mis escritores favoritos: Hermann Hesse. Son varias las veces en que me he referido a él o he utilizado citas suyas en mis escritos, pero en esta entrada no haré una reseña, sino que quiero dejaros unas cuantas extracciones y anotaciones de su obra "Obstinación", perteneciente a su serie de Escritos Autobiográficos. Para muchos será alguien que no necesitará presentación, pero por si acaso haré una breve introducción.
Novelista, poeta y pintor nacido alemán y posteriormente naturalizado suizo, fue un artista desde la infancia. Vivió rodeado de libros, estudió diferentes géneros novelescos, filosofías y culturas con avidez y gran interés, lo que le aportaría un enorme bagaje a la hora de realizar profundas reflexiones y plasmarlas en sus obras, unas que sin duda han pasado a la historia de la literatura.
En su infancia y adolescencia cabalgó entre la incomprensión y la rebeldía, para después, siempre formándose como escritor y erudito, alcanzar en su madurez una paz interior que pretendería transmitir al mundo que lo rodeaba. Vivió las dos Guerras Mundiales, sucesos terribles que lo llevarían a formarse la filosofía de vida que lo caracterizaría como un pacifista, aborreciendo los conflictos y mirando al mundo bajo un prisma de unidad. La propia obra de "Obstinación" está repleta de pasajes y cartas que ayudarán enormemente al lector a conocer a este enorme escritor, que hoy en día, más de cincuenta años después de su fallecimiento, sigue manteniéndose en la cumbre de los mejores y más trascendentales artistas del siglo XX. Huelga decir que sirvió como inspiración a multitud de escritores posteriores. Algunas de sus más importantes obras son "Bajo las ruedas", "Demian", "El lobo estepario", "Siddhartha" y "El juego de los abalorios", y por el conjunto ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946.
A continuación me gustaría compartir las notas que extraje de "Obstinación" por diversos motivos, ya fuera porque me inspiraran, me calaran o porque, simplemente, me parecieran bellas y maravillosas. Cualquiera que le eche un ojo a sus escritos descubrirá a un autor sin parangón, y por supuesto recomiendo leer cualquiera de sus obras.
"Entre mí y mi lejana meta no veía más que abismos profundos, todo se volvía incierto, todo perdía valor, solo una cosa seguía en pie: quería ser escritor, ya fuese fácil o difícil, ridículo o respetable".
"El hombre puede siempre volver a su inocencia si descubre su mal y su culpa y si los soporta hasta el final, en lugar de buscar la culpa en los demás".
"Corrían tiempos en los que cada día traía una despedida y en los que cada día me sorprendía de haber soportado también aquel golpe y seguía viviendo y amando aún algo de esta extraña vida que solo parecía depararme dolores, desilusiones y pérdidas".
"Dentro de mí encontré toda la guerra y todo el ansia de matar al mundo, toda su ligereza, toda su brutal sed de placer, toda su cobardía; primero tuve que perder todo el respeto por mí mismo, luego el desprecio de mí mismo, no tenía otra cosa que hacer que hundir la mirada en el caos hasta el final, con la esperanza tan pronto viva, tan pronto moribunda, de volver a encontrar más allá del caos naturaleza, inocencia. Toda persona despierta y verdaderamente consciente anda una vez o varias veces este angosto camino a través del desierto; pretender contárselo a los demás sería un esfuerzo inútil".
"La juventud es el fundamento, porque entonces el corazón aún es sensible al bien y al mal".
"No digas que me quieres
Sé que lo más bello de la tierra
La primavera y el amor
Tienen que perecer".
"¿Son todo lo que me queda este sueño y esta nostalgia, son el eco del antiguo amor o el presentimiento de otro amor cercano, aún posible?"
"Creo que nadie está tan a oscuras sobre las razones de su vida interior y sobre las verdaderas causas de sus deseos y su descontento, nadie encuentra una oscuridad cada vez más profunda que aquel que observa sus sensaciones más fugaces y busca el origen de toda excitación".
"Al recordar el sueño revivía una vez más la nueva sensación, entrañable y seductora, aunque ya con el brillo melancólico de lo que se escapa irrecuperablemente. Luego venían los pensamientos, el despertar y la consciencia, el sueño y su felicidad se hacían lejanos e irreales".
"A veces pensaba que los sueños eran precisamente lo que había que desenmascarar y rechazar como un autoengaño. Pero era al contrario: soñar era lo valioso; rechazarlo, juzgarlo y condenarlo, un error nocivo".
"Cuanto más insípidas me sabían las pequeñas satisfacciones que hallaba en la vida, con tanta mayor claridad comprendía en dónde había de buscar la fuente de las alegrías y de la felicidad. Supe que ser amado no es nada, que amar, sin embargo, lo es todo. Y creí ver cada vez más claro que lo que hace valiosa y placentera la existencia es nuestro sentimiento y nuestra sensibilidad".
"La dicha, sin embargo, siempre estaba allí donde un hombre tenía sentimientos fuertes y vivía para ellos, sin reprimirlos ni violarlos, sino cuidándolos y disfrutándolos. La belleza no hacía feliz al que la tenía, sino al que sabía amarla y venerarla".
"Aparentemente existían muy diversos sentimientos, pero en el fondo todos eran uno. A cualquiera de ellos puede llamársele voluntad o cualquier cosa. Yo lo llamo amor. La dicha es amor y nada más. El que es capaz de amar es feliz. Todo movimiento de nuestra alma, en el que ésta se sienta a sí misma y sienta la vida, es amor. Por tanto es dichoso aquel que ama mucho. Sin embargo amar y desear no es exactamente lo mismo. El amor es deseo hecho sabiduría; el amor no quiere poseer, solo quiere amar".
"No existe una obligación de amar, solo hay la obligación de ser feliz. Para esto exclusivamente estamos en el mundo".
"A nadie es capaz de amar el hombre tanto como a sí mismo. A nadie es capaz de temer tanto como a sí mismo".
"Estas revelaciones llegan despacio, se asciende hacia ellas en espiral; y cuando están ahí, es como si se hubiesen alcanzado de un salto, de repente. Pero las revelaciones no son todavía la vida. Son el camino hacia ella y más de uno se queda eternamente en el camino. También yo vislumbraba el camino, creía conocerlo con seguridad, pero nunca conseguía avanzar del todo. Había progresos y retrocesos, euforia y desánimo, fe y desengaño. Y seguramente siempre los habrá".
"¡Cuánto tiempo se necesita para conocerse un poco a sí mismo –y cuánto más para aceptarse y estar de acuerdo consigo mismo en un sentido ajeno al egoísmo! ¡Cuánto hay que trabajar en la propia persona, luchar consigo, deshacer nudos, cortar nudos, anudar otros nuevos! Y cuando por fin llegamos al final, cuando por fin alcanzamos la plena consciencia, la plena armonía, la plena y perfecta sonrisa y aquiesciencia, entonces sonreímos y morimos, ésta es la muerte, la consumación de la vida, la entrada dócil en lo informe para volver a renacer".
"Si concebimos la poesía como confesión –y en este momento solo la puedo concebir así–, el arte aparece como un camino largo, múltiple y sinuoso, cuya meta sería expresar la personalidad del yo artista de una manera total, tan minuciosa, tan hasta el fondo de todos los recovecos, que al final ese yo se habría desarrollado y acabado, desfogado y abrasado. Entonces vendría lo superior, lo suprapersonal y supratemporal, el arte estaría superado y el artista se hallaría maduro para convertirse en un santo. La función del arte, en la medida en que afecta a la persona del artista, sería entonces la misma exactamente que la de la confesión o la del psicoanálisis. Este sentido tuvieron todas las obras tardías de Nietzsche, las confesiones de Strindberg, los apuntes de Flaubert".
"El fin y la meta del artista no serían el arte o la obra, sino la superación, la renuncia y el sacrificio del yo, limitado y prisionero de complejos y sufrimientos, en aras de la tranquilidad del alma y de la santidad; la meta sería desarrollarse hacia el yo suprapersonal, convertirse en santo, el cual no reacciona ya personalmente ante el mundo y el tiempo, sino que en su estado anímico el caos del mundo se transforma en sentido y música, en su aliento vive Dios".
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