Huele a lluvia desde mi ventana, a asfalto mojado, a un pasado encontrado.
La boca todavía me sabe a ayer, después de dos tazas de café y unos cuantos cigarrillos, de la música que ha llegado a mis oídos, mientras el cielo se encapotaba y se pintaba de gris.
Cuando miro en la distancia veo más allá de los edificios que cubren el paisaje; veo unos lienzos que no sé si son el futuro o el pasado que ha dado la vuelta, dándome alcance. Puedo ver los caminos que se abren, pero sobre todo los que no se han cerrado; esas gruesas puertas ajadas que aún huelen al día en que las barnizaron, pero ya carcomidas por demasiadas vueltas sin rumbo.
Da miedo saber que cuando uno se va probablemente no vuelva jamás, aunque lo haga y lo estén esperando. Da miedo enfrentarse a ese posible retorno en que quizá ya no vean al mismo al mirar a unos ojos cansados que han visto demasiado. Puede que sea el irse para no volver, o puede que todos crezcamos sin desear ser otra persona, en otra ciudad, otro paisaje, y embutidos en otro traje que esconda las bonitas heridas que estropearon los anteriores. Pero creo que el mayor miedo es dejar algo pendiente, y cuando uno pretende alcanzar todo, aun dejándose migas de pan por tratar de abarcar demasiado, padece ese miedo a no cerrar decenas de historias, a no apurar decenas de noches locas y a no explorar esas luces que brillaban a lo lejos, que llamaban y confundían, pero tras las que se escondían unas cuantas perlas.
Todo porque uno no se quede con las dudas, la curiosidad, las ganas o porque no se vaya con el maldito "Y si" enganchado a la espalda, doliéndole a cada paso. Hay a quien le gusta dejar las cosas a medias, pero lo normal es que prefiera exprimir al máximo cada situación, aguardando ver hasta dónde podía llegar. Irse en paz, al fin y al cabo, sin cosas pendientes, sin cabos por atar, sin preguntas rondando la mente y atormentándole. Por desgracia no todo depende de uno mismo, porque demasiadas veces nos encontramos con que nos han cerrado la puerta en la cara; ya está, dudas fueras, situación exprimida a la fuerza, cortada de repente y camino concluido. Pero cuando no es así... Cuando no es así es cuando más peligro hay de cara al futuro. Es algo similar a que uno vaya al médico y el doctor le diga que le queda poco tiempo; le dirá: ponga sus asuntos en orden. Esto es, dejar todo preparado para cuando uno no esté. A veces puede hacerse; en otras situaciones es en extremo complicado, y más cuando el tiempo apremia, pero bueno, todo se irá viendo...
Todo porque uno no se quede con las dudas, la curiosidad, las ganas o porque no se vaya con el maldito "Y si" enganchado a la espalda, doliéndole a cada paso. Hay a quien le gusta dejar las cosas a medias, pero lo normal es que prefiera exprimir al máximo cada situación, aguardando ver hasta dónde podía llegar. Irse en paz, al fin y al cabo, sin cosas pendientes, sin cabos por atar, sin preguntas rondando la mente y atormentándole. Por desgracia no todo depende de uno mismo, porque demasiadas veces nos encontramos con que nos han cerrado la puerta en la cara; ya está, dudas fueras, situación exprimida a la fuerza, cortada de repente y camino concluido. Pero cuando no es así... Cuando no es así es cuando más peligro hay de cara al futuro. Es algo similar a que uno vaya al médico y el doctor le diga que le queda poco tiempo; le dirá: ponga sus asuntos en orden. Esto es, dejar todo preparado para cuando uno no esté. A veces puede hacerse; en otras situaciones es en extremo complicado, y más cuando el tiempo apremia, pero bueno, todo se irá viendo...
Todavía huele a lluvia, y la brisa sigue arrastrando motas de pasados dejados en una esquina y el futuro sigue siendo incierto; nada ha cambiado, nada ha mutado, no hasta que llegue el día de la partida, no hasta que se hayan intentado cerrar unas cuantas ventanas, al ver que las puertas quedaban ya demasiado lejanas.
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