Que el tiempo ha sido siempre una perturbación para el hombre, un objeto de intenso debate y un tema clave de reflexiones y meditaciones, no es ningún misterio. Es algo contra lo que no se puede luchar, invencible.
Algo que parece muy contemporáneo –ultracontemporáneo, diría más de uno–, es esperar. Dicho acto que consiste en dejar pasar el tiempo sin hacer nada, solo aguardando a que cualquier cosa suceda. Hay muchos impacientes, muchas personas cuyas ansias les pueden, les superan, y se inquietan y ponen nerviosos ante el arcaico acto del que hablamos.
Hay que moverse, está claro, ser echado para adelante, como suelen decir, pero por desgracia en demasiadas ocasiones no nos queda más remedio que esperar. Eso es lo que te dicen: espera pacientemente… Como si el que te lo dice hubiera descubierto el secreto de la vida eterna y dispusiera de unas cuantas décadas de sobra para echarlas por la alcantarilla, esperando. ¿Esperar para qué? Pues, obviamente, para casi todo.
Espera para conocer los resultados de un examen, una prueba o lo que sea. Espera una llamada, un WhatsApp, un correo electrónico, una respuesta a una pregunta, invitación, incitación o comentario cualquiera. Espera a que te llegue el sueldo cuando te has quedado pelado a mediados de mes, espera milagros en lugar de salir a buscarlos. Espera la llegada de las vacaciones, del verano, del día libre a la semana, para después ver cómo se consume con malvada rapidez. Y ya desde la infancia: espera a ser mayor, espera a tener la edad suficiente como para beber, fumar, conducir y entrar a un prostíbulo. Espera para poder votar y aun así ver cómo el país se va por el desagüe. Aprende a esperar, a no desistir ni renunciar, a no provocar un caos tan descontrolado que te sorprenda a ti mismo, fruto de las ansias que te dominan. En el mundo editorial: manda cualquier abominación salida directamente de tu enfermiza mente, sin filtrar ni adecentar, y espera una respuesta pacientemente, que puede tardar meses; la escritura lleva su tiempo, es un proceso lento… Es lo que dicen. ¿pero qué proceso no es lento, hoy en día? Espera para obtener un empleo mal remunerado y luego espera a que te echen para poder cobrar el paro. Espera en las colas del supermercado, del banco, espera a que te atiendan al teléfono, a que se rían de ti al otro lado de la línea, espera a que deje de llover para poder sacar a pasear a los perros sin ducharte prematuramente, espera el estreno de la película que llevas años deseando ver, el nuevo capítulo de esa serie que no te permite despegarte de la pantalla. Espera, espera y espera.
Visto así, uno llega a pensar que, entre dormir y esperar, se nos van dos tercios de la vida en actos inútiles en los que solo permanecemos, sin realizar acción alguna. Tendríamos que vivir mil años para que las esperas tuvieran algún sentido y merecieran la pena.
Aquel que posea el gran secreto que se dedique a esperar; el resto deberíamos comenzar a actuar y, al que nos mande esperar, sortearlo y seguir por nuestro camino. Porque lo único que pasa de largo al final, mientras uno espera cualquier chorrada, es la vida, y que se sepa solo tenemos una.
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