Llega de nuevo un
momento del año en que, como de costumbre y como reza el título de esta
entrada, todos solemos echar la vista atrás para ver qué ha acontecido a lo
largo del año. Quizá otro título válido podría ser A nuestras espaldas, pero dicho encabezamiento albergaría un
sentido un tanto distinto. Echar la vista atrás implica el recuerdo, el tener
en mente todo lo que ha sucedido, ya sea para bien o para mal, pero de algún
modo teniéndolo presente. Sin embargo, cuando algo queda a nuestras espaldas,
es porque seguimos adelante pase lo que pase, que no está nada mal, pero sin
contemplar tanto el pasado, sin pensar tanto en él; sin aprender tanto de lo
ocurrido. Es por ello que he optado por el primer título, porque soy de esas
personas que siguen teniendo presente todo lo que han hecho –como contraposición
se da la espalda en la fotografía, así que cada uno que escoja su propio título
para su propia experiencia–, para tratar de sacar una lección en claro de todo,
de lo bueno y especialmente de lo malo, porque es ahí, donde fallamos, donde
radican las mejores y mayores lecciones de vida.
El tiempo ha volado
otra vez, como suele hacer, y se nos ha escapado de las manos. Nos ha dejado
algunas cicatrices y nos ha aportado un poquito más de experiencia, esa tan
valiosa y tan cara. Por ello, por todo lo obtenido, quiero dar gracias a todas
y cada una de las personas que han estado conmigo este año. Las que han estado
y me han sacado sonrisas, las que me han hecho llorar al encadenar una
carcajada tras otra y hacer que olvidara todos mis miedos, al menos durante
unos minutos, pues esa sensación es de las que más aprecio en esta vida. Algo
que he aprendido es a mantener a raya el odio, a mantenerlo tan oculto que casi
parece haberse desvanecido del todo, y es por ello que doy sobretodo las
gracias a aquellos que estuvieron y ya se fueron, quizá durante una temporada o
quizá para siempre; a aquellos que me hirieron, mil gracias, porque son al
final los que más me han enseñado; porque a todos nos pasa lo mismo, no
tropezamos dos veces con la misma piedra, y en el caso de que lo hagamos,
sabemos que será la última, porque no habrá una tercera.
Si tuviera que
describir estos meses que han quedado atrás, posiblemente los definiría como un
frenético viaje en una montaña rusa, con los ojos vendados, recién levantado y
no siendo completamente dueño de mis facultades físicas y mentales –esto
último que cada uno lo tome como quiera–, y por todo eso, ha sido un año grande
e increíble, tanto en lo bueno como en lo malo, en toda la gama de
posibilidades que ofrece tal adjetivo. Creo que ha sido el período en que más
he crecido y más he aprendido y conocido, y como ya escribí una vez, al
ocurrirte algo semejante, descubres que cuanto más aprendes, más desconoces
–tal vez sea la gran paradoja de la vida–, y por ello me ha quedado un regusto
de mayor aprendizaje, unas ansias aún mayores de derribar barreras e ir más
allá para seguir explorando y conociendo, a todos los niveles, por lo que sí –y
con esto me refiero, aparte de a mí mismo, a mucha más gente a la que conozco y
aprecio enormemente–, volveremos un año más para seguir golpeando fuerte y
subiendo.
No me haré ningún
propósito de año nuevo, es más, creo que nunca lo he hecho, y no porque no sea
una persona de las que no se engaña a sí misma, de hecho lo hago
constantemente, pero sé que si me prometo algo no lo haré, así que únicamente
me dedicaré a seguir tranquilamente por mi camino, aquel que sigo descubriendo
y en parte buscando día a día, y si he de prometer algo será en el mismo
momento de hacerlo, y ante quien tales palabras cobren un significado relevante.
También creo que en
esta vida todo tiende, al final, a volver a un equilibrio originario; no
siempre, claro está, pero sí suele suceder así por lo que la experiencia me ha
demostrado. Y sobretodo sé que, tal y como dicen, lo que fácil viene fácil se
va. Por ello sé que este año gané muchísimo, de forma extremadamente rápida,
tanto como para dejarme en shock y no poder controlar más de una situación, y
por ende, he perdido también mucho, puede que demasiado, pero cada ganancia que
se me ha ido ha dejado una bonita cicatriz en forma de aprendizaje, y esas
marcas valen su peso en oro. Por ello puedo decir que al final sí he ganado, ya
sea en experiencia o experiencias, que no es lo mismo. Así que seguiremos ganando,
como hemos venido haciendo desde hace mucho tiempo, porque jamás nos
concibieron ni educaron para la rendición.