Cuántas vueltas damos en la cama, perdidos entre
ensoñaciones que después solo son una vaga y difusa imagen en un rincón de
nuestra mente; eso si es que podemos recordar algo. Pero a veces sucede que al
despertar algo ha quedado ahí firmemente grabado, en los muros de nuestro
interior, a flor de piel, y no se ha desvanecido como otras muchas veces. No,
en esa ocasión queda latente y nos acompaña durante toda la mañana, y durante
el resto del día, y a veces la imagen es tan vívida que nunca desaparece, sino que
se queda por ahí, flotando y rondando, escondida entre el resto de nuestras
ideas, el resto de nuestros recuerdos; tal vez para siempre.
Están más relacionados de lo que parece, los recuerdos y
los sueños, porque al final, cuando ya ha pasado el tiempo, y a falta de
pruebas físicas, son prácticamente lo mismo. Uno puede sufrir un accidente, y
las cicatrices que le queden del mismo serán la prueba física que acompañará a
dicho recuerdo. Los vídeos, las fotografías, son otras pruebas de que algo
realmente sucedió, algo que reavivará en nuestra memoria el recuerdo que
tengamos de ese preciso suceso. Pero para la mayoría de sucesos que han quedado
almacenados en nuestra mente no tenemos una prueba específica, algo que
demuestre su existencia, y simplemente se quedan en la nebulosa, mezclados con
tantísimos otros.
Como todo en la vida, habrá gente que le dé mayor
importancia a los sueños y otra que apenas los tendrá en cuenta. También
dependerá de la vividez con la que los viva cada uno, y de cómo los recuerda,
si es capaz de hacerlo, porque a muchísima gente se le desvanecen segundos
después de abrir los ojos. Personalmente, tengo algunos recuerdos de sueños que
llevan rondando en mi cabeza años y años. Este texto va dedicado,
sobretodo, a esa pequeña minoría. Y teniendo en cuenta que cuando soñamos
creemos estar despiertos, pues es tal el realismo, la fuerza de las imágenes y
los sonidos que las acompañas, de las sensaciones que embriagan nuestro cuerpo
en ese momento, que ni siquiera nos percatamos de que lo que estamos viviendo
es una ilusión, por incoherente que sea; es casi imposible. Entonces me
pregunto, ¿qué diferencia hay entre los recuerdos de estos sueños tan vívidos,
y de los recuerdos reales sin pruebas que los acompañen, pasado un tiempo?
¿Acaso no han sido prácticamente igual de intensos y reales? ¿Acaso no sentimos
en nuestra piel, en nuestras entrañas y en nuestra alma todo aquello que
soñamos con la misma fiereza? Obviamente esto resulte quizá un poco fantástico,
pero en los casos expuestos, vienen a ser lo mismo, solo que serán situaciones
que no podremos compartir, porque solo nosotros las vivimos, nadie más, y tal
vez sea esa la única diferencia, porque al margen de ella, ambos son igualmente
válidos en el momento en que nos ponemos a pensar en ellos, a recordarlos.
Un día haces una escapada a la montaña, o pasas un
increíble día veraniego en la playa rodeado de amigos, o sales de fiesta y todo
se torna en locura, o conduces el nuevo coche que acabas de comprarte, o pasas
un fin de semana con tu novia en algún lugar perdido. Grandes momentos, pero
cuando ha pasado el tiempo, puede que su recuerdo y realismo no disten mucho de
aquella vez que condujiste un súper deportivo, de la vez en que volaste,
sintiendo cómo el viento mecía tus cabellos allá en las alturas inalcanzables,
o de la ocasión en que besaste por primera vez a esa persona a la que siempre
has perseguido y con quien nunca podrás estar. Todos ellos, si carecen de
pruebas o testigos, son prácticamente lo mismo. Por ello me gusta atesorar
muchos de los sueños que han querido permanecer en mi mente por la razón que
sea, porque puedo recordarlos y sonreír o entristecerme, ya sean buenos o malos
recuerdos, pero al menos por una vez, en un mundo utópico e imposible, en una
realidad paralela, los viví tan intensamente como siento ahora las teclas del
ordenador hundiéndose bajo mis dedos cuando escribo esta entrada.
Es bueno soñar, y cada uno de nosotros debe tener sueños,
como metas alcanzables o inalcanzables, pero al menos podremos perseguirlos,
porque será algo que nos empuje a seguir siempre hacia adelante, creciendo y
creciendo, y cuando un sueño sea tan inalcanzable como para tenerlo en cuenta
si quiera, solo cabrá esperar que nuestro subconsciente nos regale la
posibilidad de vivirlo envueltos entre las sombras.
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