Prepárate, espabílate para un nuevo asalto.
Desconéctate de la cama o del sofá
o de donde sea que hayas estado enchufado
para recargarte las pilas.
Habrás pasado toda la tarde tratando de leer un buen libro,
atontado, hipnotizado, vagando por borrosos y diluidos mundos
donde reinan enormes lagunas de neón
y fragancias embaucadoras y escasos recuerdos de extravagancia.
Eso es, olvida la hierba de Whitman,
recuerda que Baudelaire quería que te embriagaras.
Déjalo ahora, búscate un buen calzado,
comprueba tu cartera y coge las llaves; sal a las calles
con la caída del sol, nunca antes.
Súbete la cremallera de la chaqueta hasta el cuello,
deja que un viento de mil demonios te deje el pelo hecho un desastre,
enciende un pitillo y camina con paso seguro,
las manos en los bolsillos, casi moradas.
Adéntrate en el metro mientras ordenas toda la mierda de tu cabeza
y acércate al jaleo y al ruido
que golpeaba tus sentidos desde la distancia,
que te perturbaba en el reino de los sueños
desde un futuro que aún no se había materializado.
Llega hasta el gentío y exhibe tu mejor sonrisa
o frunce el ceño; enciende otro pitillo.
Métete dos, tres, cuatro cervezas, las más grandes,
e intenta que no te acuchillen la cartera.
Tómate algunas en cualquier garito de Lavapiés,
uno con estilo esta vez,
entra luego a un antro y bebe un Jack.
Sal al frío con el esófago caliente, que ascienda
ese ardor que te guardará, respira profundamente,
sigue, continua, no te pares por nada; fluye en la noche.
Sube cuestas empinadas, camina de espaldas en los vaivenes,
llega hasta Tirso y bebe una lata mientras observas
a los vagabundos, fuma un pitillo y sigue latiendo, volando.
Siente cómo sube la marea, cómo empieza
a echar humo la caldera; es tu maquinaria interna.
Sigue, no te pares, respira profundamente.
Intenta encontrar otro Jack a precio de provincia,
llega hasta Sol y esquiva a las princesas,
sube hasta Gran Vía y cruza a otro mundo,
evita esas bombas luminosas que prometen
vidas que solo existen en los sueños rotos;
trata de encontrar un trago de absenta negra
y deja que reinicie tu cabeza y abrase tus entrañas,
que te haga olvidar ese futuro que has ansiado por un segundo;
piérdete lo suficiente por Malasaña como para olvidar
el camino de vuelta; bebe un par de litros
de leche de pantera y esquiva el tequila,
coquetea con el bourbon y regálate un cigarrillo;
intérnate en algún garito, busca buena música
y consigue que te inviten a un par de copas
y después baila, salta, grita, libérate y ama.
Tu cuerpo arde al fin, todos los mares del mundo
en plena efervescencia; dales un sorbo también.
Vuelve al frío con el nacimiento del sol,
olvida que las estrellas te hablaron
cuando sientas que una mirada de jade te atraviesa,
sé digno de ella, enséñale cómo caminas, cómo cruzas mundos;
respira profundamente, tus pulmones claman un descanso,
pero aún no; vete de after a una casa ajena
y mírala, qué bonita es, descubre que es interesante,
que su mundo interior puede hundir el tuyo
y toma las dos últimas copas tras hacerte con su número;
pero solo conversa, descúbrela, piérdete en su mirada,
lo que sea, pero no la beses, no todavía;
no lo estropees, conserva esa imagen, ese momento,
hazlo inmortal en tu memoria, porque crearás lagunas,
pero no borrarás ninguna de sus frases, te será imposible.
Prométele que le hablarás en los próximos días
y hazlo, joder; camina hasta casa, sigue nadando.
Siente el ardor de esa resaca que ya va llegando
durante la pseudovigilia que te mantiene vivo;
respira la fría y densa niebla que puebla las calles vacías,
evita tambalearte, mantén el equilibrio, esquiva a borrachos
como tú, sonríe como un estúpido pensando en ella,
es lo que importa al final de una noche que ya es día
desde hace horas; llega a casa a las doce del mediodía.
Mil lugares, mil personas, unos tragos y una estrella,
Madrid es así, y has ganado ese combate;
estás destrozado y sonríes satisfecho, estás liberado.
Un pitillo, medio litro de agua y de nuevo en coma:
enchúfate, formatéate hasta escuchar de nuevo el ruido.
Prepárate, espabílate para un nuevo asalto.
Fluye en la noche, no pares.
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