22 de agosto de 2017

Pequeños momentos y pequeñas cosas


























Momentos. Todo se reduce a efímeros instantes esparcidos en el tiempo. Los pequeños y más fugaces son los más valiosos; los grandes, impactantes y trascendentales están sobrevalorados, porque al final no lo son tanto. 

Largos veranos de arena y sal, de soles que caen verticales sobre las espaldas. Siempre suelen antojarse cortos, cercana su conclusión. En ocasiones pienso que no son más que falsas ilusiones que nos creamos, tratando de mejorar lo que, sin saberlo, puede ser ya inmejorable. 

A veces me da por trabajar en el campo a cuarenta grados, asándome al sol e introduciendo las manos en la tierra, solo para recordar de dónde venimos. En ocasiones miro un momento mi reflejo en unas aguas cristalinas, solo para recordar quién solía ser. Sí, ocasiones y pequeños momentos. 

Los que van y vienen, los encuentros por sorpresa y las despedidas que pretendemos aplazar. Los unos no son más importantes que los otros, ni los que permanecen dejan tanta huella como los que marchan tempranamente, no tiene nada que ver. 

Pequeños momentos con las personas adecuadas; las pequeñas cosas. Reúne unas temperaturas infernales, una diminuta piscina en un lugar dejado de la mano de Dios, unos sabrosos refrigerios y un rincón chill. Far L’amore y tendrás algo único. Fugaz en el tiempo, también. ¿Has pensado que quizá estos sean los mejores días de nuestras vidas?

Conduce al ritmo de Fans. Líquidos transparentes que saben a fuego y excursiones al más allá de las que uno no retorna sin unas cuantas fotografías diluidas en tinta roja. A veces me da por vivir demasiado y escribir demasiado poco; todo radica en el exceso, en un extremo u otro de la balanza oxidada de nuestros días. 

Sonrisas que retroceden y avanzan hasta confundir. En ocasiones me da por recordarlas y pensar demasiado, y buscar besos húmedos para sentir el pálpito de nuevo. Arizona. Refresca una noche vacua de estrellas. Sudores sobre las sábanas y bajo soles de hermosa decadencia. 

Ecos de días futuros. Se palpa la nostalgia al rememorar algo que aún no ha terminado. Suena Hero en lontananza. Videoclips en blanco y negro de nuestras propias hazañas, todavía latentes en nuestras carnes. A veces me da por reabrir viejas heridas solo por recordar cómo dolían. Esculturas que se desmoronan y embellecen con la decrepitud; ausencias que nos construyen y logros que siempre saben a poco, porque siempre se quiere más y se espera más de lo que se alcanza. Quizá el sentido radique en no buscarle un sentido, solo en sentirlo, que es diferente. 

Una canción, unas últimas notas que nos unieron a todos, que nos hicieron sentir en hermandad. Pistas que nunca habíamos escuchado y que, sin embargo, nos llevaron al mismo lugar. Tierras abandonadas, preñadas de matorrales y sequedad. Encrucijadas en las que siempre falta gente y sobran opciones.  

Ocasos en la orilla con el sol a nuestras espaldas. Un panorama que se destiñe, que se va oscureciendo y tiende al gris. Bancos de nubes dejando paso a una luna que se reflejará en esas aguas cuando nos bañemos de madrugada. Demasiados adioses. Siempre nos quedará el bourbon del domingo por la noche. Comeback Story.

Historias inconclusas, siempre inconclusas, porque si no perderían su razón de ser. Siguen sangrando al ritmo de Pickup Truck. Unas últimas arremetidas contra esas olas que no nos dejan llegar más allá. Se sigue empujando como si no se comprendieran las mareas y las crestas. Unos últimos revolcones para sacar la pasión y la ira. El ruido y la lluvia. Caricias hambrientas de sexo. Caídas, ropa que se mancha del lodo del tiempo. Un pálpito, una corazonada. Te sigo para ver dónde vives, olvidándolo al día siguiente con la próxima marea. Pero miro esa fotografía y vuelvo a sonreír. Vuelvo a mirar hacia las alturas. Sí, en ocasiones me da por releer viejas cartas y volver a pasar por delante. Solo para que sepas que estaba pensando en ti.

Todo son pequeños momentos, al fin y al cabo. Únicamente se trata de las pequeñas cosas, porque siempre ha versado sobre ellas. La vida y todos sus textos, la música y todos sus desenfrenos. El éxtasis y los frenesíes que nos poseyeron. Sí, esta película siempre ha ido de lo mismo. No hay luz ni oscuridad aquí, no, nada de eso. Este tiempo nunca habló de otra cosa que no fuera la entropía y la búsqueda del pivote fijo. La balanza oxidada de nuestros días. Nuestros pequeños momentos y nuestras pequeñas cosas. 



[Fotografía: Álbum Come Around Sundown, Kings of Leon]

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