4 de agosto de 2015

Apertura

Es hermoso aquello de nacer. Algo que solo nos sucede una vez en la vida; un hecho físico, simple en cierto sentido, y más allá de las complicaciones que pueda comportar, no nos detenemos a pensar que esa acción es portadora de miles de millones de posibles caminos; un nacimiento es un origen que a su vez da a luz infinitas posibilidades, y tal vez en esa incertidumbre se halle la belleza de lo desconocido. ¿Y qué simboliza, el nacimiento, en su significado más primario? Simboliza el solo hecho de la transformación, porque ya somos, antes de nacer, antes de ser, casi literalmente, arrojados a este mundo de luces parpadeantes y constante confusión, pero llegamos y cambiamos de estado, y no dejamos de hacerlo hasta que, tal y como un día abrimos los ojos por primera vez, otro dejamos de hacerlo; los cerramos para siempre. Así nos sucede a los seres, y algo similar ocurre con lo abstracto, con las ideas. Ya son, antes de ser materializadas de un modo u otro, antes de nacer definitivamente. Habrá quien crea que también nosotros existimos ya antes de existir, en otro lugar, en una nada llamada inexistencia, flotando en esa nulidad incorpóreamente. El nacimiento de las ideas comporta, en este sentido, una transformación que va del caos en la inmaterialidad abstracta de nuestra mente hasta la plasmación física en nuestro mundo de realidad. Hablo, en concreto, de las ideas escritas. 

Concebidas caóticamente por letras sueltas vagando solitarias en lo que nosotros proyectamos en nuestra imaginación, se juntan unas a otras para formar palabras enteras, frases y líneas, párrafos y páginas. Obras completas que son historias, que nacieron diminutas como células y crecieron desmesuradamente hasta albergarnos de un modo u otro, a nosotros también, seres vivos, en ellas, en esas narraciones que nos hacen soñar y volar y que a la vez permiten que produzcamos nuevos nacimientos y transformaciones, creando un bucle infinito de vida que se plasma en páginas en blanco, que pasan de ser papel arrancado de la naturaleza a convertirse en el útero de aquello que alumbramos. Es esa una de las cualidades de la escritura, la de hurgar en el convulso y puro caos para extraer aquello que tenga un mínimo significado y crear orden a partir de esas diminutas motas de confusión que chocan unas contra otras. 

Y este es un principio de tantos, el nacimiento de algo que se hará más o menos grande, pero que indudablemente irá creciendo y evolucionando con el tiempo, con decenas de ideas y pensamientos, con flujos de emociones y tentáculos de caos, ordenados mediante sudor y sangre y noches en vela. Se hablará también de finales, parciales y absolutos, pero eso aún está lejos de llegar. Tan solo es el comienzo. 

1 comentario:

  1. Si hay algo que toda historia tiene son principios, sí también tienen finales, pero éstos pueden ser abiertos y no tener una conclusión, pero inicios, siempre hay, siempre hay algo que funciona de detonante. Este es tu inicio, el inicio para contarle al mundo todo lo que tienes que decir, pensamientos, ideas abstractas, historias capaces de hacer sentir (no sé si recordarás nuestra primera conversación sobre escribir, yo sí) Sé que tienes mucho que ofrecer al mundo y sé que muchos en el mundo sabrán reconocerlo. Espero que algún día yo sea capaz de tener la constancia y el amor por las palabras que tu tienes, es de admirar, ya te lo he dicho alguna vez. Y sobre todo lo que más espero es que alcances lo que sea que persigas. Aquí tienes una fiel seguidora de los muchos que se pararán a leer tus palabras, esas que cuando comienzan una historia siempre tienen algo de caos en su búsqueda de crear belleza. Mucha suerte en esta nueva aventura, me tienes para lo que sea que quieras o necesites :)

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