Un año más, la primavera parece haber comenzado con fuerza. Para comprobarlo uno no tiene más que salir a la calle y respirar el ambiente que reina en Valencia, y para cerciorarse aún más, debería charlar con sus allegados, indagar un poco en sus mentes y corazones para comprobar que estamos todos un tanto revueltos. Puede que sea normal, ya que tras atravesar un invierno no muy frío, como los pasados, pero tampoco no muy amigables en ciertos aspectos, las ansias de la llegada del verano, que comienzan en esta temporada, nos invaden furiosamente y hace que en ocasiones casi convulsionemos.
Respiramos una primavera que impregna cada célula de nuestro ser al entrar en nuestro cuerpo, y nos vuelve ansiosos, caóticos, bipolares y, sobre todo, hace que hierva nuestra sangre. Vemos así que no solo nos golpean las alergias, sino algo más profundo que logra sacar a relucir nuestros instintos más primitivos. Nos sentimos más irascibles, constantemente con los nervios a flor de piel, y así se logra que los ambientes se carguen rápidamente y que nos golpeemos todos los unos a los otros –no físicamente claro– hasta no saber qué demonios estamos haciendo o diciendo.
Cambios de opinión tan rápidos que asustan, broncas y cabreos surgidos de la nada, propuestas indecentes y noches relajadas de tapeo y cervecita que acaban complicándose demasiado, hasta el punto de que quizá uno acabe haciendo cosas que jamás haría, o despertándose en una cama ajena a la mañana siguiente, o liberándose de un modo tan gratificante que casi se siente tan liviano como para verse capaz de alzar el vuelo.
Qué nos pasa, a las generaciones actuales, que creemos que obramos correctamente cuando estamos más cerca que nunca del agujero negro que acabará absorbiéndonos a todos. Es curioso, porque uno se siente único, y más cuando habla con la supuesta alma gemela que tiene a su lado, y ambos comparan sus historias, sus pasados, sus respectivas visiones del mundo, y coinciden en que los dos son dos cuerdos viviendo en un mundo de locos. Pero, digo yo, ¿no serán en realidad dos locos viviendo en un mundo de cuerdos? ¿Quién puede afirmar lo contrario, quién puede decir qué es locura y qué es cordura en este enrevesado y complicado mundo en que vivimos? Quizá el que se atreva a afirmar o a dar una respuesta por válida, una entre miles, sea el más valiente o loco de todos.
Sí, no cabe duda de que la esperada primavera ha llegado con fuerza arrolladora. Tal vez sea por el panorama que tenemos de fondo, con un caos político que lleva de culo a más de uno, con un continente que parece más retrógrado por momentos, con atentados terroristas y guerras medievales que nos debilitan a todos, como a humanidad, lenta pero contundentemente; quizá sea por eso, o por las mil razones que pueda tener cada uno, pero lo que está claro es que en muchas ocasiones a uno se le va la pinza y se marca unas salidas dignas de ser recordadas.
Y esto que solo es el principio, el prólogo podríamos decir, de unos meses que vendrán sin duda cargaditos de emoción, de caos y de más de un cambio drástico. Que se preparen todos, pues algo se huele en el ambiente, algo que se va cargando por momentos, y que tarde o temprano acabará explotando y salpicando a más de uno. Sí, preparémonos, porque la antesala del verano tiene pinta de traer consigo unas cuantas sorpresas; el misterio radica en si serán buenas, agradables, o no. Esperemos que lo sean, apliquémonos el chip de la positividad, porque de lo contrario estaremos perdidos y contribuiremos a cargar todavía más las cosas.
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