Los rojos cohetes atravesaban
Fugaces todo un firmamento oscuro,
Limpio de estrellas y asteroides, puro.
Los latidos apagados bailaban
En armonía en la clara penumbra,
Hermosa, densa, tibia y azulada.
Plumas se movían agarrotadas
Por el frío y el dolor del cansancio,
Exhaustas después de diez mil páginas.
Vaho surgía de las chimeneas,
Dorado y espeso como la niebla
De cada arroyo marchito y sumido
En las tímidas tinieblas del alba.
La esperanza perdida y olvidada
Resurgía para tomar de nuevo
Los cuerpos ocultos y abandonados,
Para volverlos fuertes y brillantes,
Para devolverles al fin las alas.
Nuestras lágrimas secas y oxidadas
En negro y destrozado pavimento,
Sobre vieja y carcomida madera,
Sobre el hierro que marcó al rojo vivo
Los signos de un futuro congelado;
Ya no brillarían más; ya nunca más.
Porque el tiempo volaba y perdíamos
Su estela en el horizonte infinito,
Porque ya no nos eran necesarias
Aquellas lágrimas que derramamos,
Porque ya no volvimos a temerle
Al tiempo que no pudimos vencer.
Besos robados al raso y la luna,
Que nos miraba muda bajo cero,
Solo para llevarnos al cielo.
Nudos irrompibles de cuerda seca,
Fabricados de arduo fuego y acero,
Nos encendían bajo las sábanas
Que nos protegían de las ventiscas.
Marcos albergando pinturas negras
Diluidas en el rímel corrido
Por tantas sonrisas y sus destellos.
Botes encallados en las orillas,
Botellas en el mar a la deriva,
Y sus cientos de mensajes perdidos;
Cibernética y tinta diluida.
Todas mis pesadillas ahuyentadas,
Todos mis sudores y escalofríos
Curados en frenéticos orgasmos;
Polvos febriles y desamparados.
Miradas inmarescibles que nunca
Se apagaron, que nunca se extinguieron,
Que continuaron impulsándonos
Al terrible vacío de uno mismo.
Tu espalda perlada era mi lenguaje,
El braille que conocía mi alma
Cuando te poseía en la penumbra,
Cuando más te amaba, sin duda alguna.
Tu cuerpo desnudo era el vehículo,
Mi transporte a las estrellas lejanas;
Era la suave caricia del sol
En la más fría mañana de invierno;
Era aquello que me electrificaba
Por dentro, los acordes del silencio,
La pura geometría de lo idílico,
Los colores de un nuevo nacimiento.
Todo quedó en profundo recuerdo,
Todo quedó en el rojo firmamento;
El sentimiento se dejó marchar,
Pero cada recuerdo era la estela
Que dejaban los cohetes pintando
La tenue luz del futuro en el cielo,
Otorgando sentido al sinsentido
De aquel camino que nos escogió,
Que nos elevó en calidad de amantes,
Caminantes hechos de melodía.
Duradero, eterno es el camino,
Largos amaneceres esbozados
De cálida añoranza y esperanza,
Hambrientos de recóndita belleza,
Una interna, que fue solo nuestra.
Y solo allí nos hallaremos,
En la infinidad de la vía láctea,
Cuando nos alcancen las bravas aguas,
Cuando recordemos cómo nos vimos
Cuando nos miramos por primera vez,
De una deslumbrante aura rodeados.
Encuéntrame aquí y allá, encuéntrame en el tiempo;
Yo te espero en el centro, en el núcleo del cielo.